Tras el parón por la pandemia, los flujos migratorios alcanzan cifras récord, pero dejan de moverse en caravana y vuelven a la clandestinidad ante el acoso político y militar
Después de un año de pandemia que detuvo el mundo, a lo largo de 2021 las fronteras fueron poco a poco abandonando las restricciones y volvieron a la normalidad. Y de la mano de esta normalidad llegó la otra; la de miles de personas moviéndose por el continente americano con un único objetivo: llegar al Norte.
La crisis económica derivada de la pandemia que golpea a América Latina devolvió un fenómeno que resurgió con más fuerza que antes. Aunque la emigración incluye todos los acentos posibles y el incremento de personas en tránsito buscando un futuro mejor se puede ver prácticamente en cualquier punto del continente, de Ecuador a Venezuela pasando por la selva del Darién, Haití, Cuba o Centroamérica, en el caso de México, el año comenzó con una tragedia y termina con otra. El 22 de enero, 16 migrantes murieron baleados y calcinados en Camargo, en Tamaulipas, y el pasado 9 de diciembre en Chiapas, en el sur de México, el accidente de un tráiler en el que viajaban escondidos más de 150 migrantes, cobró la vida de 56 indocumentados y dejó cientos de lesionados. El accidente evidenció que si un día las caravanas se convirtieron en la forma más visible de escapar —de manera más asequible y segura— y protestar por la miseria, la criminalización de la migración la devolvió a la clandestinidad y las sombras.
Una decena de organizaciones sociales, aglutinadas en torno a la Fundación para la Justicia, resumieron la semana pasada como “un año de retrocesos” en el campo de los Derechos Humanos para la migración y concluyeron que la frontera con Estados Unidos es “la más letal del mundo”. Según las organizaciones dedicadas a la vigilancia del Estado de Derecho, el año que termina “refleja las consecuencias de políticas migratorias fallidas”. Estas también criticaron que, en su intento por frenar la migración, gobiernos como los de México, Honduras, Guatemala o El Salvador han endurecido y militarizado sus políticas migratorias “sin medir el costo humano que implican”. “La tragedia que viven las personas migrantes es dolorosamente cotidiana y muchas veces silenciosa”, señalaron en su informe.